Podemos ya
ha provocado un seísmo sin precedentes en la política española y está en
condiciones de hacer saltar por los aires el tablero electoral. La formación
que lidera Pablo Iglesias podría incluso ser la lista más votada, con un
27% de los sufragios, según el resultado de la encuesta de Metroscopia para EL
PAÍS. En este sondeo Podemos sacaría 1,5 puntos al PSOE y 7 al PP, que se
hundiría hasta caer al 20,7% de resultado estimado sobre voto válido.
Nunca antes una
formación recién creada había alcanzado una expectativa de voto tan alta como
la que Podemos ha logrado en solo ocho meses de vida. Ya consiguió un resultado espectacular en las elecciones europeas de mayo
y ahora consolida su despegue a siete meses de las autonómicas y municipales y
a un año de las generales. A las municipales no concurrirá con su marca, sino
integrada en otras candidaturas.
El dato explica
la conmoción en el Gobierno, que la próxima semana se confirmará con una
encuesta del CIS, aunque el trabajo de campo del sondeo oficial se realizó
antes de la semana negra de la corrupción que se ha vivido en los últimos días.
La serie de los últimos meses, coherente con otros sondeos, permite atisbar un
fin de ciclo en la política española, si llegaran a confirmarse las
predicciones. A este insólito resultado habría que aplicarle algunas prevenciones
que en ningún caso mitigan la importancia del vuelco político que se apunta. La
primera es metodológica, porque la irrupción de Podemos cambia el panorama de dos partidos consolidados como
PP y PSOE que se disputaban siempre las elecciones y una tercera fuerza a mucha
distancia de ambos. Ahora es más difícil ponderar criterios demoscópicos
imprescindibles para la “cocina” o aplicación de criterios estadísticos y
subjetivos como el del recuerdo de voto que, obviamente, no existe en el caso
de Podemos. Hay que tener en cuenta también que la encuesta muestra un
hundimiento del apoyo al PP por el profundo malestar de sus votantes, que se
manifiesta en un índice de abstención de sus electores próximo al 20%.
Mientras que Podemos moviliza
a anteriores abstencionistas y nuevos votantes, casi la cuarta parte de los del
PP pasan a dar la espalda a las urnas. Ese efecto abstencionista dificulta la
estimación porque puede ser coyuntural y podría mitigarse con la proximidad de
las elecciones. El propio hecho de que Podemos esté en condiciones de ganar
podría servir para movilizar a votantes molestos del PP. Ese empeño movilizador
es el que ocupa al PP de aquí a las próximas elecciones y está detrás de la
estrategia de los populares contra el nuevo partido. Votantes tradicionales del
PP no perdonan en este momento que se olviden puntos esenciales de su programa,
aunque en este sector la ventaja para Rajoy es que no compite con otras
opciones en su espectro ideológico.
Juega en contra
del partido de Mariano Rajoy la acumulación de escándalos y el hecho de que los
ciudadanos aseguren que no perciben la mejora económica. El Gobierno apostó
casi todo a la carta de la recuperación y la reforma fiscal, pero no parecen
ahora factores catalizadores por sí mismos. O no se percibe la mejora o esta no
sirve para llevar ciudadanos a las urnas. Que un porcentaje próximo al 8% de
votantes del PP pueda plantearse votar a Podemos explica por sí solo el nivel
de malestar de sus electores. Y también ayuda a entender la estrategia de
transversalidad ideológica hacia la que muta Podemos en los últimos meses. Ya
no hablan de izquierda ni derecha para intentar ser una formación de amplio
espectro ideológico y con las menos aristas posibles. Otro factor a tener en
cuenta es el de la conmoción por la crudeza de la realidad. A lo que supuso el escándalo de las tarjetas negras de Caja Madrid se han
sumado estos días el avance del caso Gürtel
y la Operación
Púnica. Ese tipo de acontecimientos de gran impacto emocional actúan
a veces como seísmos coyunturales y es preciso esperar a que se asienten en los
siguientes meses.
Los escándalos de corrupción actúan a veces como seísmos coyunturales
En todo caso, Podemos
recoge ese efecto, mientras que UPyD e Izquierda Unida retroceden como opciones
refugio de indignados. El bipartidismo puede ser una reliquia dentro de un año
y se aventura un Parlamento fragmentado, pero en favor sobre todo de Podemos y
no de las formaciones que lideran Rosa Díez y Cayo Lara.
Otro factor
claro en la encuesta es que Podemos se alimenta sobre todo de los errores de
los otros. Por eso una mayoría no ve realistas las propuestas del partido de
Iglesias y no cree que tengan ideas claras, pero inclina la balanza el hecho de
que los demás ya hayan demostrado, según los ciudadanos, que no se puede
confiar en ellos. Un 42% de los encuestados atribuye su éxito a la decepción y
el desencanto de los demás. Sin minimizar el éxito de haber logrado capitalizar
ese descontento, el gran reto de Podemos es el de mantener un año esa sensación
de desafección y el factor novedad.
Tiene que lograr
que se prolongue la tensión de los descontentos, que permite obtener el voto de
los que inicialmente pueden no ser muy próximos pero los prefieren a las otras
opciones por las que se sienten decepcionados. Recogen nuevos votantes y
sectores que nunca fueron a las urnas y tienen también la ventaja de la
valoración de su líder, Pablo Iglesias. Es el único de los siete dirigentes de
partidos políticos por los que se pregunta en la encuesta que tiene nota
positiva (es decir, un saldo positivo entre los que le aprueban y los que le
desaprueban). El índice de Rajoy, el peor evaluado, es de -63 y, muy cerca de él, Soraya
Saénz de Santamaría obtiene -45.
La mejor puntuación, muy por
encima de los líderes políticos, la obtienen los Reyes de España. A poco más de
cien días de haber asumido la Corona, Felipe VI tiene un saldo de +52 puntos, y
doña Letizia, de +44, lo que supone un cambio radical de tendencia frente al
deterioro de la imagen de la Casa Real registrada en anteriores encuestas.